domingo, 1 de agosto de 2010

¿Hace cuánto que dejamos de pensar?
¿Hace cuánto que seguimos vivos?
No siento satisfacción al ver una bandera.
Cuándo en el colegio, rezabamos por las mañanas, pedía para no creer en Dios. Que bella paradoja.
Llega un momento, en que aquellos que robaron la libertad a mis abuelos, salen de las tumbas para meter el dedo en la yaga, para escarbar en la herida y para plantarse delante de nuestras narices y decir: Ellos son los malos, ellos quieren romper España, ellos mataron, ellos robaron, ellos fusilaron...
Los derrotados, siguen siendo silenciados.
Los vencedores, se están quedando atrás.
Odio las fracturas, las divisones, los patriotismos y las exaltaciones divinas de algo, que más allá del tacto de tus manos, de la visión de tus pupilas y el crujir bajo tus pies, es un puñado de tierra ensangrentada de los que jamás agacharon la cabeza.

O en las bellas palabras de Batania que resuenan en mi mente desde la aparición de aquel poema:

"...que yo solo,
con mis camisas brunas y faltas de grafía,
soy mucho más
que toda España..."

Buenas noches, y buena suerte.

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