sábado, 24 de julio de 2010

De vuelta a casa...

En una ocasión volvía de la universidad hacia mi casa cuando subio un hombre en el tren.
Estaba medio calvo, con unas gafitas redondas, típicas de poetas, barba de unos 3 dias, consumido en sus propios huesos. Vestía un Barbour de color verde que agonizaba por los golpes de la vida.
Aquel hombre se plantó en medio del vagón, no pedía comida, ni dinero, ni nuestra compasión. Sin más demora expiró, y se dedicó a recitar con bastante sentimiento:


A ORILLAS DEL SAR.


I

A través del follaje perenne
que oír deja rumores extraños,
y entre un mar de ondulante verdura,
amorosa mansión de los pájaros,
desde mis ventanas veo
el templo que quise tanto.

El templo que tanto quise...,
pues no sé decir ya si le quiero,
que en el rudo vaivén que sin tregua
se agitan mis pensamientos,
dudo si el rencor adusto
vive unido al amor en mi pecho.


Tras acabar de recitarlo, todo el mundo se quedó en silencio, nadie dijo nada, ni se movió por miedo a romper el silencio en mil pedazos.
El hombre solo añadió: "Cuando todo el mundo se queda callado me acojono, por que se que me están escuchando."

Fué una de las experiencias más extrañas de mi vida.

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