Nos cruzamos y nos miramos como extraños en la misma calle donde nos hemos comido a besos 754 veces.
Nos cruzamos y no, no nos miramos, porque sabemos que no tenemos porque hacerlo.
Siete pasos por delante de nuestros sueños y tres horas después de aquel infarto comprendimos que la vida es un ir y venir de sucesos en los que somos meros participantes
por capricho del destino,
por sacar los números equivocados en los dados,
por salir 3 minutos antes de casa
y unos cuantos años después de tu vida.
Al borde del barranco se ve todo mucho más claro,
los deseos se perciben más cálidos,
los sueños se vuelven nítidos
y das un paso atrás pensando en que quieres volver a sentir ese beso.
El mismo que te ha puesto en el borde del barranco, frente al abismo.
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