viernes, 10 de mayo de 2013

Ella dice.


Me pide ayuda cada Lunes porque dice que así le pesa menos.

Tiene resaca de besos, cara de viernes  y la vergüenza de quien quiere y no puede pasar el abismo que existe desde su boca hasta el final de sus caderas.

Dice que ya no es una niña, aunque aun coge la nutella con los dedos, se derrite en el escaparate de una pastelería y se pone caras raras cuando se mira al espejo para que hacerse sonreír  y que el mundo de un poco menos de asco.

Vamos caminando rumbo al sol, pero a veces no sé distinguirlo de los ojos que me miran enseñándome el principio de la libertad y que me sacan el frío del invierno del cuerpo.

Miro a la luna y pienso que no hay cráteres más bonitos que los lunares de su espalda. Mandaría un transbordador dirección a su pecho para recorrer cada centímetro del camino hacia su boca, aunque me quedase sin respiración.

Nada ha pasado hasta que vuelve a sonar el despertador y leo: “Despierta  ya despojo”, entonces sigo soñando recorriendo las huellas de sus dientes en mi brazo y leyendo un te quiero en braille.

Ella dice, que vive sin reloj, sin calendario y sin consecuencias. Y yo, voy, y me lo creo. Me da su mano y yo la cojo. Porque tiene cara de no haber roto un sueño en su vida.

Ella dice que no le gusta dedicarme unas palabras, que es mas de besos, de dientes en el cuello y miradas de: fóllame.

Y es que siempre pierdo la cabeza, la vergüenza y la ropa cuando nos metemos de lleno en el huracán que forman nuestras vidas, que se lleva todo por delante, que saca al sol de casa en medio del nublado y que limpia el corazón de escombros.

Me coge del brazo, me aprieta fuerte entre sus piernas y me dice, no te vayas que todavía me quedan ganas. Y voy yo, y me lo creo, y nos dan las 2, las 5 y las 7 y todavía me dice que le quedan ganas suficientes para no dejarme salir por esa puerta.








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