Me pide ayuda cada Lunes porque dice que así le pesa
menos.
Tiene resaca de besos, cara de viernes y la vergüenza de quien quiere y no puede
pasar el abismo que existe desde su boca hasta el final de sus caderas.
Dice que ya no es una niña, aunque aun coge la nutella
con los dedos, se derrite en el escaparate de una pastelería y se pone caras
raras cuando se mira al espejo para que hacerse sonreír y que el mundo de un poco menos de asco.
Vamos caminando rumbo al sol, pero a veces no sé distinguirlo
de los ojos que me miran enseñándome el principio de la libertad y que me sacan
el frío del invierno del cuerpo.
Miro a la luna y pienso que no hay cráteres más bonitos
que los lunares de su espalda. Mandaría un transbordador dirección a su pecho
para recorrer cada centímetro del camino hacia su boca, aunque me quedase sin
respiración.
Nada ha pasado hasta que vuelve a sonar el despertador y
leo: “Despierta ya despojo”, entonces sigo soñando
recorriendo las huellas de sus dientes en mi brazo y leyendo un te quiero en braille.
Ella dice, que vive sin reloj, sin calendario y sin
consecuencias. Y yo, voy, y me lo creo. Me da su mano y yo la cojo. Porque
tiene cara de no haber roto un sueño en su vida.
Ella dice que no le gusta dedicarme unas palabras, que es
mas de besos, de dientes en el cuello y miradas de: fóllame.
Y es que siempre pierdo la cabeza, la vergüenza y la ropa
cuando nos metemos de lleno en el huracán que forman nuestras vidas, que se
lleva todo por delante, que saca al sol de casa en medio del nublado y que
limpia el corazón de escombros.
Me coge del brazo, me aprieta fuerte entre sus piernas y
me dice, no te vayas que todavía me quedan ganas. Y voy yo, y me lo creo, y nos
dan las 2, las 5 y las 7 y todavía me dice que le quedan ganas suficientes para
no dejarme salir por esa puerta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario