A las 12 de la noche sonaron las campanas de la iglesia.
Nadie por las calles.
La niebla recorría cada callejón y la humedad extrangulaba cada grieta de la acera en silencio. No había testigos.
Todo quedó en silencio.
En la sala, una bala reventada contra el marco del retrato familiar, un baso de vodka a medio terminar y una nota que decía: " Necesito."
Eso es imposible, los muertos no pueden escribir notas.
Tres gotas de sangre y un craneo abierto no es suficiente para terminar esta historia.
Regresé, creo.
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