Camina por medio de la Gran Vía con su maleta a cuestas. Era un anciano de unos 80 años de edad, con un traje bastante antiguo, gafas pequeñas como sus
ojos y su inseparable maleta de cartón. Eran muchos los rumores que rodeaban a ese entrañable hombrecillo que día a día recorría de un lado a otra la
gran avenida sin prisa, como quien observa una obra de arte detenidamente buscando revelar los secretos más ocultos de la pintura. A cada paso que daba
una nueva historia le rondaba la cabeza, una nueva fantasía que jamás lograba transmitir al papel; "La guerra me impidió aprender a escribir, y leer se muy
poco". Nadie sabe de donde viene, a donde va ni que es lo que fue en el pasado que poco a poco se va hundiendo en la memoria de un hombre que se apaga por
momentos.
Un día más se cruza con ella. Allí la ve. A esa joven de ojos color miel fundidos con la luz del atardecer que se filtra ente el humo y la agitación
constante del lugar. Su pelo hoy, con olor a melocotón, se agita con el viento y embriaga de olor toda la avenida, que hace que el hombrecillo pierda la
noción del tiempo durante unos segundos, mientras ve como su unicornio pasa por su lado tan frágil e inmutable como un enorme diamante.
Se acercó a ella para dedicarle unos versos que hace tiempo que rondan su cabeza: " La miel de tus ojos me hace olvidar 60 años".
Se acerca.
Se arregla la corbata.
Se peina.
Suspira.
Parpadea.
La chica desapareció.
Un día más, esa joven que atormenta sus pensamientos y consigue despegar su corazón ha desaparecido como si tal cosa, sin mas explicaciones, sin mas detalles
sin poder cruzar ni una sola palabra.
El hombre continuaba su recorrido de cada día, desde plaza España, pasando por Callao, Montera y terminando en el Paseo de Recoletos. Todos los días la misma
ruta con el objetivo de poder encontrarla de nuevo y descifrarle los versos que sus labios, desgastados por el tiempo, ocultaban.
Recortando palabras y letras de distintos periódicos conseguía formar frases; "Uno de tus besos cura 100 de mis heridas". esta frase queda abandonada en el
primer banco que ronda las rodillas del señor, que sigue su camina sin inmutarse del abandono de la hoja.
Unos minutos mas tarde un joven que rondaba el paseo de recoletos se aro ene se mismo banco para anudarse los cordones de los zapatos.
Vio la hoja.
Hoy es su aniversario.
Sonríe.
Incluye la hoja en el paquete de papel transparente que oculta una rosa para su pareja que ya lo espera desde hace 5 minutos. Ella desenvuelve el paquete
cuidadosamente como si fuese portadora del objeto mas delicado del mundo.
Ve la rosa.
Ve la tarjeta: Te amo, gracias.
Ve la hoja: "Uno de tus besos cura 100 de mis heridas".
Ella sonríe.
El sonríe.
Ambos e besan.
A tres bancos de distancia el viejito descansa sus pies demasiado machacados por la vida, demasiado pisoteados. Han recorrido mas distancia que los de
cualquier otra persona y ahora están ahí, a cientos de miles de kilómetros de su hogar o tal a unos pocos metros. Ni el mismo lo sabe, y tampoco tiene un
gran interés en poder recuperar lo que fue una etapa de su vida. No sabe de donde viene, ni a donde va, tan solo quiero encontrar a la muchacha, recitarle
sus versos y poder continuar su viaje portando la mas sincera de las sonrisas.
Tras unos minutos o unas horas después, abre la maleta y lo que allí observa hace que se le ilumine la cara.
Levanta la mirada y allí esta ella de nuevo cruzando el paso de peatones.
Guarda sus pertenencias a toda prisa y corre hacia alli, pero la luz roja del semáforo le corta paso al igual que una estampida de vehículos que hacen
desaparecer la acera de enfrente. Cuando la situación cambia, ella ha vuelto a desaparecer. Ni rastro.
ojos y su inseparable maleta de cartón. Eran muchos los rumores que rodeaban a ese entrañable hombrecillo que día a día recorría de un lado a otra la
gran avenida sin prisa, como quien observa una obra de arte detenidamente buscando revelar los secretos más ocultos de la pintura. A cada paso que daba
una nueva historia le rondaba la cabeza, una nueva fantasía que jamás lograba transmitir al papel; "La guerra me impidió aprender a escribir, y leer se muy
poco". Nadie sabe de donde viene, a donde va ni que es lo que fue en el pasado que poco a poco se va hundiendo en la memoria de un hombre que se apaga por
momentos.
Un día más se cruza con ella. Allí la ve. A esa joven de ojos color miel fundidos con la luz del atardecer que se filtra ente el humo y la agitación
constante del lugar. Su pelo hoy, con olor a melocotón, se agita con el viento y embriaga de olor toda la avenida, que hace que el hombrecillo pierda la
noción del tiempo durante unos segundos, mientras ve como su unicornio pasa por su lado tan frágil e inmutable como un enorme diamante.
Se acercó a ella para dedicarle unos versos que hace tiempo que rondan su cabeza: " La miel de tus ojos me hace olvidar 60 años".
Se acerca.
Se arregla la corbata.
Se peina.
Suspira.
Parpadea.
La chica desapareció.
Un día más, esa joven que atormenta sus pensamientos y consigue despegar su corazón ha desaparecido como si tal cosa, sin mas explicaciones, sin mas detalles
sin poder cruzar ni una sola palabra.
El hombre continuaba su recorrido de cada día, desde plaza España, pasando por Callao, Montera y terminando en el Paseo de Recoletos. Todos los días la misma
ruta con el objetivo de poder encontrarla de nuevo y descifrarle los versos que sus labios, desgastados por el tiempo, ocultaban.
Recortando palabras y letras de distintos periódicos conseguía formar frases; "Uno de tus besos cura 100 de mis heridas". esta frase queda abandonada en el
primer banco que ronda las rodillas del señor, que sigue su camina sin inmutarse del abandono de la hoja.
Unos minutos mas tarde un joven que rondaba el paseo de recoletos se aro ene se mismo banco para anudarse los cordones de los zapatos.
Vio la hoja.
Hoy es su aniversario.
Sonríe.
Incluye la hoja en el paquete de papel transparente que oculta una rosa para su pareja que ya lo espera desde hace 5 minutos. Ella desenvuelve el paquete
cuidadosamente como si fuese portadora del objeto mas delicado del mundo.
Ve la rosa.
Ve la tarjeta: Te amo, gracias.
Ve la hoja: "Uno de tus besos cura 100 de mis heridas".
Ella sonríe.
El sonríe.
Ambos e besan.
A tres bancos de distancia el viejito descansa sus pies demasiado machacados por la vida, demasiado pisoteados. Han recorrido mas distancia que los de
cualquier otra persona y ahora están ahí, a cientos de miles de kilómetros de su hogar o tal a unos pocos metros. Ni el mismo lo sabe, y tampoco tiene un
gran interés en poder recuperar lo que fue una etapa de su vida. No sabe de donde viene, ni a donde va, tan solo quiero encontrar a la muchacha, recitarle
sus versos y poder continuar su viaje portando la mas sincera de las sonrisas.
Tras unos minutos o unas horas después, abre la maleta y lo que allí observa hace que se le ilumine la cara.
Levanta la mirada y allí esta ella de nuevo cruzando el paso de peatones.
Guarda sus pertenencias a toda prisa y corre hacia alli, pero la luz roja del semáforo le corta paso al igual que una estampida de vehículos que hacen
desaparecer la acera de enfrente. Cuando la situación cambia, ella ha vuelto a desaparecer. Ni rastro.
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