Todo por sus labios.

Dejó de acudir a manifestaciones,
ya no gastaba el rojo en la palabra revolución,
no volvió a sentir de la presión de recibir un porrazo.

Nunca más, un pañuelo, cubrió sus rostro,
ni sintió la presión de las botas militares en los tobillos,
ya no recordaba el calor
de un kóctel molotov en sus manos.

Se había traicionado.
Vendió la revolución.
Abandonó los gritos.
Dejó la revolución a cambio de sus labios.